sábado, 28 de febrero de 2015

CUIDADO CON LO AJENO


  
Cuidado con lo ajeno, pues no te pertenece y el efímero sueño de un momento de placer, se va a tornar a tu alrededor en imperecedero dolor. De vista y en apariencia es una hermosa flor, más si la pruebas verás que en ajenjo se convertirá, y lo que pareció una bonita ilusión acabará destrozando más de un corazón.

¡Cuida tu jardín! pues en ello se complace el Señor, y huye de revolotear por lugares peligrosos. ¿Por qué te has de dañar a ti mismo y a tu prójimo, a quien descaradamente pretendes robarle el objeto de su amor?

Late el corazón por la presa ajena, codiciada por el deseo de lo prohibido. Se amotina desorientando la razón y enloqueciendo los sentidos, salta presto para consumar lo que tan ardientemente ha ido gestando en su interior. Pasión que abrasa. Pasión que traspasa y mata. Pasión que ofrece lo que otro no te sabe dar, o quizá de él no sabes apreciar. Se vacía el caudal del amor hacia otra vertiente, dejando yerma la extensa pradera que por tiempo lo alimentó y lo sació. Nace de nuevo el amor que se cree olvidado y permite de nuevo experimentar lo que ya se daba por perdido y enterrado. Se estremece de nuevo la piel, y el corazón vuelve a sentir y a vibrar por aquello que el tiempo irremediablemente y por nuestro mal uso, fue adormeciendo.

Poco importa el dolor que ese nuevo amor va a traer para aquellos que bajo el mismo techo van a tener que vivir y soportar la indiferencia y al final el desprecio, la huida y la soledad.

Cuida de tu jardín y arranca las malas hierbas que lo pueden afear. Cuida cada flor, cuida con esmero a tu esposa o tu marido; cuida de tus hijos y deja de soñar con otros jardines a los que tienes el acceso restringido. Ejercita el amor para con los tuyos y en especial con el cónyuge que a tu lado ha puesto el Señor. No te burles de él, no lo menosprecies, no lo subestimes, no le quites valor; al contrario, hazlo crecer y persevera en ello para que cuando la tentación llame a tu puerta, la puedas despedir sin daño alguno que sufrir.

Sobre todas las cosas deja que tu matrimonio esté bajo el control de Dios, actúa sabiamente según su enseñanza y Él te dará conocimiento y discernimiento para no caer en el pecado grosero del adulterio. Deja de actuar como un irresponsable, sé maduro y huye de la tentación.